El papel de los supercompartidores en redes sociales al propagar desinformación

La desinformación, especialmente la difundida ampliamente a través de las redes sociales, se considera una amenaza sustancial para la ciencia, la salud pública y los procesos democráticos en todo el mundo. A pesar de esto, el impacto real de la exposición a la desinformación ha venido siendo desconocido en buena medida. Además, las características y la escala de la influencia de quienes más difunden desinformación han venido siendo difíciles de precisar. Ahora, dos estudios recientes realizados por equipos separados aportan datos nuevos y reveladores sobre esas cuestiones. Ambos estudios ayudarán a diseñar estrategias más efectivas para poner coto a la propagación de la desinformación.

En uno de los estudios, el equipo de Sahar Baribi-Bartov, de la Universidad Ben-Gurion en Israel, investigó quiénes fueron responsables de difundir desinformación en X (antes Twitter) sobre la votación durante las elecciones presidenciales de Estados Unidos de 2020.

El motivo de investigar esto es que se sabe muy poco sobre la difusión de noticias falsas por usuarios individuales.

Baribi-Bartov y sus colegas evaluaron a los supercompartidores en X y encontraron que, en una muestra de 664.391 votantes registrados en Estados Unidos, tan solo 2107 representaban el 80% de las noticias falsas compartidas en X durante las elecciones presidenciales de Estados Unidos en 2020.

En un desglose demográfico de estos individuos, los autores del estudio encontraron una sobrerrepresentación significativa de mujeres blancas republicanas de mediana edad que residen en tres estados mayoritariamente conservadores: Arizona, Florida y Texas. Estas personas provenían más a menudo de vecindarios generalmente con baja educación pero de ingresos económicos relativamente altos.

Además, los autores del estudio descubrieron que el enorme volumen de promoción de contenido de los supercompartidores se generaba a través de retweets manuales y persistentes.

Uno de los hallazgos clave del estudio es que estos supercompartidores, a pesar de representar un pequeño porcentaje de usuarios,  recibieron más interacción que los usuarios regulares, están altamente conectados y son muy influyentes, alcanzando aproximadamente al 5,2% de los votantes registrados en la plataforma.

Este estudio se titula “Supersharers of fake news on Twitter” y se ha publicado en la revista académica Science.

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La propagación de la desinformación se apoya mucho en individuos que la comparten con una gran cantidad de personas. (Ilustración: Amazings / NCYT)

En el otro estudio, realizado por el equipo de Jennifer Allen, del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) en Estados Unidos evaluaron el impacto de enlaces relacionados con vacunas, fácticamente precisos pero engañosos, compartidos en Facebook durante el lanzamiento de la primera vacuna contra la COVID-19 en 2021.

La baja aceptación de la vacuna en Estados Unidos se ha venido atribuyendo ampliamente a la desinformación en las redes sociales.

Si bien el impacto de la desinformación conspicua sobre las vacunas se redujo una vez marcada y desmentida como falsa por verificadores de hechos de terceros en Facebook, el contenido más ambiguo (el contenido escéptico sobre vacunas, fáctico pero potencialmente engañoso, proveniente de fuentes creíbles) a menudo quedaba sin marcar.

Un ejemplo de este contenido verdadero pero engañoso es una historia publicada en el Chicago Tribune: “Un médico ‘sano’ muere dos semanas después de recibir una vacuna contra la COVID-19; el CDC está investigando por qué”. Pese a no haber evidencia de que la vacuna tuviera algo que ver con la muerte, el modo en que estaba redactado este titular implicaba falsamente una causalidad. La historia fue vista por casi 55 millones de personas en la plataforma.

Usando una combinación de experimentos de laboratorio, crowdsourcing y aprendizaje automático para estimar el efecto causal de 13.206 URLs relacionadas con vacunas en la aceptación de la vacunación de aproximadamente 233 millones de usuarios de Facebook en Estados Unidos, Allen y sus colegas encontraron que la desinformación no marcada fue 46 veces más efectivo para generar vacilación ante la vacuna que el contenido marcado como desinformación.

Este estudio se titula “Quantifying the impact of misinformation and vaccine-skeptical content on Facebook”. Y se ha publicado en la revista académica.

Fuente: NCYT Amazings